viernes, 5 de noviembre de 2010

TERMINO MAQUIAVELICO

Dentro de este tipo de concepción del poder es que concibe la "virtud". Para Maquiavelo ésta será una cualidad poco común que es "una energía a la vez brutal y prudentemente calculadora, ajena a cualquier preocupación de moral ordinaria".16 Crear una virtú es imprescindible para la política. La "virtú" maquiaveliana es la fuerza del hombre frente a la fortuna, que es para su mirada renacentista, la dueña de la historia. No es la providencia divina que con mano segura y amorosa rige los destinos humanos, sino una diosa irracional, imprevisible y caprichosa que nos lanza continuamente al sinsentido. Ciertamente los tiempos en los que vivió nuestro autor tienen cierto parecido con estos últimos lustros de postmodernidad, pues, "el girar de la fortuna había hecho desaparecer ante sus asombrados ojos, reinos y vidas con total indiferencia".17

La visión de la historia que tiene Maquiavelo es pesimista y fatalista: los hombres no pueden oponerse a los decretos de la fortuna, aunque sí aprovechar sus giros. El hecho de que se concentre en el campo de la técnica política más que en el de la explicación histórica viene dado por esta concepción. Para Aguilar18 "el mensaje es "mantente sobre tus pies, haz un uso adecuado de tu realismo y razón y, con el bagaje de tus pasiones listo para impulsarte, espera la ocasión propicia, de forma que puedas, al menos en parte, determinar tu vida".

La concepción maquiaveliana de la política como teoría seguiría la definición aristotélica de la política como "ciencia de lo posible" en tanto en cuanto pretende estudiar el estado real de su tiempo y ofrecer vías de salida a una situación de colapso. Es profundamente realista, y contrariamente a lo que se le suele atribuir, no es acérrimo partidario del mantenimiento del statu quo del príncipe, ni detractor de las transformaciones, pues por más que advierta sus peligros, no deja de ponderar su necesidad, llevada a cabo con energía y audacia por quienes son susceptibles de estar interesados en los cambios. En este sentido su análisis está continuamente barajando la categoría de posibilidad: "Es deseo muy natural y ordinario el de querer adquirir algo que no se tiene; alabaremos siempre a quien lo cumple si le es posible; pero el error está en empeñarse en poseerlo cuando no es posible".19
En El Príncipe el autor aconseja al monarca evitar cambiar las instituciones y dejar lo más posible a los subalternos el cuidado de tomar medidas impopulares, elegir con cuidado a sus consejeros y evitar cederles la menor parcela de autoridad. Se dedicará tan sólo a defender y extender su poder por todos los medios, incluso utilizando el crimen si es necesario. "Vale más ser temido que amado". Este tipo de aseveraciones es el que le han valido su mala fama. Sin embargo la pregunta es obvia: ¿no es así como funciona el poder en las instituciones, hasta en las que más predican el amor, como nuestra Santa Madre Iglesia?

La liberación parte del reconocimiento de la realidad. Este sesgo realista es la enseñanza que podemos sacar hoy de Maquiavelo: sabiendo que el poder político tiene estos dinamismos, y no precisamente porque quienes lo detentan sean esencialmente corruptos, malos o desaprensivos, ¿qué acciones cabe emprender para que esta violencia sea la menor posible, para poder repartir el poder, para que los errores no sean tan trágicos, para que no aplasten a millones de personas? El idealismo en política suele tener efectos perversos, pues omite sistemáticamente el tomar el pulso a las fuerzas en juego. Otro aspecto del pragmatismo maquiaveliano al que ya hemos aludido es que el único modo de valorar las acciones políticas es por sus resultados. Cuanto más estable y duradero sea un gobierno, tanto mejor será. La duración será prueba de su salud, puesto que una tiranía insoportable o un desgobierno generalizado no sería susceptible de dilatar. La estabilidad es uno de los puntos a los que apuesta Maquiavelo, pero habría que matizar una vez más, que esto no tiene necesariamente una lectura conservadora, defensora a ultranza del statu quo. Digamos simplemente que, si lo vemos con ojos desprejuiciados, el deseo apasionado y subyacente de Maquiavelo es liberador: ver surgir un nuevo movimiento patriótico italiano contra los invasores, y que para ello -cuando sería una fácil tentación, máxime en un terreno como el nacionalismo- no apela a nobles ideales ni a esencias nacionales. Exalta la Roma republicana, no la imperial, y siguiendo a Aristóteles sostiene que de las tres formas clásicas de gobierno la mejor es la de tipo mixto por ser más sólida y estable, pues en ella "el príncipe, los grandes y el pueblo gobiernan conjuntamente el estado".

Touchard afirma que tiene una concepción del estado que ignora las realidades económicas, y lo acusa de ver en la política poco más que el juego de voluntades, pasiones e inteligencias individuales,20 lo cual no me parece muy exacto. Maquiavelo no se detiene en el análisis de la economía, sin embargo no es idealista, y dentro de su abordaje de la cuestión del poder señala siempre como trasfondo la centralidad del dominio del hombre sobre las cosas: "El hombre olvida más fácilmente la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio". Sin centrarse en el análisis de la economía le otorga un papel esencial. Señalemos como muestra el pasaje de "El Príncipe" en el que éste le encarga a un arquitecto de elaborar el plan de la edificación de una ciudad, plan que queda totalmente descartado, y la competencia del técnico totalmente negada por no tomar en cuenta de qué iban a vivir los habitantes de la tal ciudad.

Otra crítica de Touchard21 es que aunque la idea de estado ocupa el centro de su pensamiento, no llega a formular su teoría. El estado para él es un dato, un ser al que no pretende explicar como filósofo. Tampoco creemos que sea tan evidente -como sostiene Touchard- que legitime la subordinación del individuo al Estado. Maquiavelo no define ni la esencia ni la naturaleza del estado, pero de su obra se desprende que el estado es un conjunto de relaciones mediatizadas por el poder. Y expresa también que la fuerza tiende al caos, y que el orden, el equilibrio, se logra con artificio, con técnica. Lograr la estabilidad será la muestra de la virtú del político, cualidad que, si bien se desmarca del antiguo concepto de "virtud" de la teología medieval, no coincide tampoco con la afirmación que hace Touchard: "en una jungla donde no hay moral ni derecho internacional todo vale"22, pues es también convicción maquiaveliana que el estado debe garantizar la vida satisfactoria de sus miembros.

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