viernes, 5 de noviembre de 2010

RELACIÓN ENTRE MAQUIAVELO Y CIENCIA MODERNA

La ciencia política moderna comienza con el florentino Nicolás Maquiavelo
(1469-1527). Antes y después de él se puede hablar en la cultura occidental
de filosofía política; pero sólo después de él de ciencia política. Como
su conterráneo Galileo Galilei y su connacional Giambattista Vico muy posteriormente,
pudo haber hablado Maquiavelo de una Scien&a nuoi/A, En
verdad, lo que representan en su orden Galileo para la mecánica y Vico
para la Historia, representa Maquiavelo para la ciencia política. La origina'
lidad de su genio radica justamente en haber descubierto la especificidad del
hecho político y su vía de conocimiento.
Ciencia política, y de gran calidad, huboi en la cultura helénica. Aristóteles-,
el maestro de los que saben, segíín decir de Dante Alighieri, creó la
ciencia política como una parte de la filosofía de la práctica, pero su influjo
en el mundo antiguo fue casi nulo. La baja Edad Media la conoció y comentó
a través de la traducción defectuosa de Guillermo Moerbecke. El
Renacimiento !a tradujo mejor con Leonardo Bruni de Arezzo, pero tampoco
fue más allá de la glosa ligera. Ni en el medievo n¡ en el Renacimiento
se puede hablar con propiedad de ciencia política. El opúsculo Del gobierno
de los príncipes, de Santo Tomás de Aquino' —en parte al menos—, es una
versión escolástica de la Política aristotélica. Y el Príncipe, de Pontano, modelo
de los tratados científicos de política en su tiempo, era un florilegio
«de frases clásicas relativas a las virtudes y vicios de los hombres en general
y de los príncipes en particular» (i).
I. LA CIENCIA POLÍTICA MODERNA
La ciencia política moderna no es una continuación de la Política, de
Aristóteles, ni de las glosas de sus comentadores, sino un nuevo producto
intelectual, cuya fuente cristalina es la observación de los hechos vividos yde las instituciones políticas vigentes. «La nueva ciencia política —dice Luis
Navarro— empezó a formarse en las cartas y relaciones de los embajadores
y de los diplomáticos que en el último decenio del siglo XV y en el primero
del XVI se multiplican de modo verdaderamente singular. Los despachos de
Fernando de Aragón, que ñevan la firma de Pontana; los de los embajadores
florentinos, cuando la invasión de Carlos VIII5 las célebres relaciones
de los embajadores venecianos, como casi todos los escritos diplomáticos de
los Gobiernos y de sus representantes, reveían un mundo nuevo. Los autores
de estos documentos abandonan la lengua latina, olvidan la escolástica,
observan y estudian a los hombres y las instituciones políticas con maravillosa
agudeza y la más consumada experiencia? indagan las causas de los
acontecimientos y de la conducta de los hombres de Estado con verdadero
método inductivo, experimental, que en todos se halla, sin que pueda decirse
quién lo haya inventado, porque, en realidad, aparece en todas las
naciones. Encuéntranse de vez en cuando en estos escritos algunas ideas
generales que son siempre de admirable evidencia y prueban sagacísima
penetración; pero en seguida se vuelve a la narración de los hechos urgentes,
al examen de las noticias que son constante tema de tales escritos, los
que puede decirse constituyen ya la nueva ciencia y el método-, aunque
aparezcan en retazos sueltos y como demandando quien quiera reunirlos» {2).
«De un objeto antiguo voy a formar una ciencia nueva», dijo Galileo, y
fundó la mecánica. Lo mismo pudo haber dicho Maquiavelo1 con casi un
siglo de antelación, cuando se puso a escribir sus célebres obras de política
en el confinamiento de San Cascíano, El objeto era antiguo; tan antiguo
como las primeras asociaciones políticas de Egipto o de la India, pero el
método era nuevo; tan nuevo que apenas se tomaba conciencia del mismo
a partir del Renacimiento.

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